viernes, septiembre 07, 2007

El lector empastillado

El lector empastillado

La felicidad en dosis

Por Mex Urtizberea
Para LA NACION

Viernes 7 de setiembre de 2007 | Publicado en la Edición impresa


En este mundo que nos toca uno hace lo que puede, y si no lo compra hecho: en forma de pastilla.

Si el mundo nos duele, antidepresivos. Si nos pone nerviosos, tranquilizantes. Si lo sentimos vacío, estimulantes. Si lo sentimos exigente, ansiolíticos. Si lo sentimos insomne, somníferos. Si lo sentimos frustrante, anfetaminas.

En este mundo apurado y urgente, sin tiempo para fortalecer las debilidades, de a poco nos vamos enfrascando, cada uno en su frasco chico. O en frasco mediano o grande; o en cajas, tabletas o unidades sueltas.

Este mundo que nos toca será amarrete en muchas cosas, pero es muy generoso en pastillas.

Pastillas para el amor, para el sexo, para bailar. Pastillas para dejar de fumar, para adelgazar, para no tener hambre. Pastillas para autobroncearse, para tener más músculos, para tener menos problemas. Pastillas para estar más arriba, para estar más abajo, para no estar.

Pastillas para soportar la añoranza de una infancia perdida de pastillitas Punch. Pastillas para soportar la añoranza de una adolescencia dorada de pastillas de menta antes de besar. Pastillas para no recordar, para la memoria, para olvidar.

En este mundo que nos toca, con sus exigencias y su indiferencia, parece tan difícil alcanzar la felicidad que es tentador comprarla hecha, en forma de pastilla.

Si el mundo nos resulta un poco hostil, media pastilla. Si nos resulta muy hostil, una entera. Si no hay tiempo para tratar el origen del descontento, sus causas y sus razones, alegría en miligramos. Si el descontento es porque sí, el doble de miligramos. Si no hay tiempo para tratar el origen del miedo que nos paraliza, sus causas y sus razones, una dosis de tranquilidad. Si el miedo es porque sí, dos dosis.

En este mundo en el que nos toca vivir, tan demandante de perfecciones, de éxitos individuales, de existencias superficiales, uno da lo que cree que puede dar, y el resto se lo pide prestado a las pastillas.

Pastillas para distraerse; para no distraerse. Pastillas para descansar; pastillas para no estar cansado. Pastillas para no desear; para desear. Pastillas para aquietar lo que se ha movilizado; para movilizar lo que se ha quedado quieto. Pastillas para cortar una adicción y cambiarla por una adicción a las pastillas. Pastillas para cortar la adicción a las pastillas para cortar la adicción.

En este mundo que nos toca, en donde las debilidades están tan mal vistas, cada uno hace lo que puede con ellas, de a poco más enfrascados cada uno en su propio frasco. Y así de tranquilizados, de antideprimidos, de estimulados, de somnolientos, logramos afortunadamente aceptar este mundo que nos toca. No sea cosa que un día nos despertemos, y se nos antoje cambiar el mundo por uno en el que todos podamos ser de verdad felices.

Por Mex Urtizberea
Para LA NACION

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